Gringo: Se busca vivo o muerto («Gringo», 2018)

Nash Edgerton, hermano del actor Joel Edgerton, ha dirigido varios cortos y ha trabajado como especialista en grandes producciones, desde la trilogía de Matrix a Star Wars (ha sido el doble de acción de Ewan McGregor). Su primer largometraje fue The Square, en 2008, y ahora vuelve a ponerse tras las cámaras con Gringo: Se busca vivo o muerto. Se trata de una comedia de acción, coproducida entre Estados Unidos y Australia, que no obtuvo el respaldo esperado por parte del público.

Harold viaja a México con Richard y Elaine, los directores de la empresa farmacéutica para la que trabaja, para supervisar la planta donde están fabricando una nueva píldora a base de marihuana medicinal que pretenden sea aprobada por el Gobierno. Lo que Harold no sabe es que sus jefes han estado vendiendo el producto a un cártel de la droga y ahora quieren cortar toda relación con el cártel para que no afecte a una posible expansión. El jefe del cártel cree que Harold es el dueño de la farmacéutica y ordena su captura.

El Niño (2014)

El director Daniel Monzón regresa con otro thriller protagonizado por Luis Tosar después del éxito de su última colaboración en 2009 con Celda 211, esta vez con una película ambiciosa, de gran presupuesto y una campaña de publicidad exagerada. El Niño cuenta con un reparto al que apenas se pueden poner pegas y está excepcionalmente resuelta en el plano técnico, el montaje y la fotografía son lo mejor de la película, aunque el guion quiere abarcar demasiado y termina siendo la parte más floja.

«El Niño» y su amigo «El Compi» se introducen en el mundo del tráfico de hachís en el estrecho de Gibraltar con la ayuda de Halil cuyo tío es uno de los traficantes de la zona. Después de que les usen como señuelo para distraer a la policía, los tres empiezan a trabajar por su cuenta pasando pequeñas cantidades en una mochila y cruzando el estrecho con una moto acuática. La impunidad del trabajo les anima a intentar pasar por su cuenta, al margen de las mafias, un cargamento mayor.

Somos los Miller («We’re the Millers», 2013)

David (Jason Sudeikis) es un traficante de marihuana de poca monta al que le roban todo el dinero y la mercancía que tenía en casa, quedándose sin nada para pagar a su mayorista, Brad (Ed Helms). Para saldar la deuda, Brad le envía a México a recoger un envío y llevarlo de vuelta a Denver. David piensa que si hace el viaje como si fuera una familia de vacaciones no resultará sospechoso, así que contrata a su vecina Rose (Jennifer Aniston), una stripper que acaba de perder su trabajo y está a punto de ser desahuciada y Kenny (Will Poulter), el hijo de otra vecina que lleva varios días solo en casa pues su madre salió de juerga y todavía no ha vuelto. A ellos se unirá Casey (Emma Roberts), una joven vagabunda que conocen del barrio. Pasaran el fin de semana del 4 de julio en una enorme caravana, donde son capaces de hacer la recogida sin demasiados contratiempos, aunque en el camino de vuelta todo se complica…

De nuevo Jennifer Aniston protagoniza una comedia que ha arrasado en la taquilla estadounidense, ella tiene un público fiel que acude a verla hacer lo mismo desde hace 20 años, si es vuestro caso, ya sabéis, esta es vuestra película. Además, en esta ocasión tenéis el aliciente de verla con poca ropa y haciendo un striptease, aunque ya os aviso que es un mero reclamo, lo que se ve en el tráiler es lo que hay.

Diamante de sangre («Blood diamond», 2006)

Hace pocos días he vuelto a ver Diamante de sangre y me parece oportuno hablar de ella ahora que hace varios años que el cine abandonó esa mirada idílica de África, la de un pozo de misterio y misticismo, y la de un continente fascinante con grandes espacios abiertos y paisajes repletos de exotismo y peligros. Era el África aventurera y romántica que, a partir de los años setenta y ochenta, fue dando paso a otro tipo de tratamiento: el de la denuncia.

Hace un de tiempo tuvimos una buena dosis de las atrocidades que se cometían, en interminables guerras civiles, con Hotel Rwanda y El jardinero fiel la que nos hizo abrir los ojos sobre otro hecho salvaje y criminal; la de utilizar a su población como cobayas para las grandes industrias farmacéuticas. Pero, como ya se encargaron de afirmar los personajes de una y otra película, lo que ocurra a África, y los africanos, no le importa a (casi) nadie.